Los hombres siempre han tenido fama de ser infieles y en las estadísticas la diferencia entre los dos sexos en esos términos siempre había sido notoria. Pero recientes estudios muestran que las mujeres ya les están pisando los talones. La Universidad de Indiana, en Bloomington, mostró en una investigación, con 900 participantes, que la brecha entre ambos géneros se ha ido cerrando. En efecto, al indagar sobre el tema concluyó que 19 por ciento de las mujeres son infieles frente a 23 por ciento de los hombres.
Estudios recientes hechos en otros países confirman la tendencia. David Holmes, psicólogo de Manchester Metropolitan University, señala que en el Reino Unido la cifras entre hombres y mujeres se están emparejando: 20 por ciento de hombres le ha puesto alguna vez los cachos a su mujer mientras que 15 por ciento de las mujeres se los ha puesto a sus maridos. En Colombia no hay estudios recientes sobre el tema, pero según los psicólogos, la infidelidad femenina ha ido en aumento. “Es una preocupación constante en las relaciones de hoy”, señala la terapeuta Pilar Jaramillo.
Una de las razones para este vertiginoso aumento es el hecho de que ser infiel es mucho más fácil hoy porque hay un ambiente propicio para ello. Por un lado está la tecnología. Según el sexólogo José Alonso Peña, la mensajería instantánea y las redes sociales “proporcionan nuevos espacios íntimos que promueven este tipo de relaciones”, dice. La Universidad de Indiana lo confirmó en un estudio que hizo con información de Facebook, al encontrar que muchos usuarios usaban esta red social para mantener viva la llama de viejos amores, seducir a amigos y cultivar posibles futuras aventuras, en relaciones que se conocen coloquialmente como ‘arroces en bajo’.
Culturalmente, la visión sobre el tema se ha ido relajando. Hoy se pregona la idea de poliamor, tener varios amores simultáneamente, como una alternativa para vivir una vida satisfactoria; hay numerosas aplicaciones para ser infiel como Tinder, Ashley Madison e Illicit Encounters, con miles de suscriptores de ambos sexos en todo el mundo dispuestos a conocer a otros casados aburridos de la monogamia. Todo lo anterior ha hecho acabar con la noción de que la infidelidad es algo grave.
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A ellas siempre se les ha culpado de ser las aguafiestas del sexo en el matrimonio. Muchos creen que eso se debía a que en otras épocas las mujeres no tenían más opción que dejarle al hombre el liderazgo en las artes de la pasión. Pero, a medida en que se produce un cambio de la actitud frente a la sexualidad femenina, hoy ellas saben lo que quieren y están dispuestas a conseguirlo. El experto de pareja Mike Lousada, radicado en Londres, afirma que la pregunta que hay que hacerse cuando una mujer está desmotivada para el sexo es por qué. La respuesta, dice, es porque su calidad es mala.
“Los hombres siempre se han salido con la suya haciendo lo mínimo pero ahora las mujeres empiezan a demandarles más y eso genera problemas en las relaciones”, dice Lousada. “O los hombres se vuelven mejores amantes o ellas obtienen mejor sexo en otras relaciones”.
En efecto, Daniel Bergner, autor del libro What do women want? señala que los recientes estudios sobre sexualidad explican la falta de deseo de las mujeres casadas no como algo inevitable sino como el resultado de una larga monogamia. Al parecer ellas serían mucho más intolerantes al hecho de tener que acostarse siempre con el mismo y necesitan más variedad de la que piensan los hombres. “Aunque la psicología evolucionista nos ha enseñado que las mujeres están diseñadas genéticamente para ser monógamas, ese es un cuento de hadas”, dijo a SEMANA.
Los hombres y mujeres son muy diferentes. Lousada señala que ellos son más dados a sentirse bien con solo penetración y orgasmo. “Pero las mujeres quieren muchas otras cosas”, dice. Lo mismo piensa Jaramillo, quien señala que tanto hombres y mujeres están cableados en el cerebro de forma distinta para las relaciones sexuales y “se nos olvida que a ellas les fascina seducir y a los hombres cazar”. En ese sentido ellas quisieran más tiempo durante el prejuego sexual: más besos, caricias y abrazos.
Pero cuando otras circunstancias de la vida de casados, como los niños, el trabajo, el cansancio, interfieren en la relación, qué caricias ni qué nada. Todo se queda en simples anhelos. Con ese ruido en la relación, dice Jaramillo, no “hay tiempo para comunicarse de manera íntima porque siempre hay un tercero entre los dos”. Con el tiempo muchos creen que lo mejor es salir corriendo a buscar otra relación donde puedan encontrar el placer que no se obtiene en casa, aunque sea por un ratico.
En el listado de razones no se puede dejar de mencionar que las expectativas en el matrimonio han cambiado. Si bien es cierto que en otros tiempos las mujeres buscaban seguridad, compañía y pare de contar, hoy, cuando saben que pueden sostenerse a sí mismas, quieren atención, reconocimiento y una vida sexual plena. Esto ha hecho pensar a los psicólogos en la idea de que las mujeres viven hoy un empoderamiento sexual. Aunque Peña advierte que no es el poder económico el que las hace infieles sino que ellas sienten la libertad genuina de explorar su sexualidad.
Un trabajo hecho por expertos de las universidades de Groningen y Tilburg, en Holanda, encontró que en efecto tener un cargo de poder se asoció a casos reportados de infidelidad o a la intención de ser infiel. Estudios anteriores ya habían observado que cuando las mujeres obtienen recursos y poder por sus propios medios, su dependencia hacia ellos disminuye y su posibilidad de infidelidad aumenta.
Sin ser doctor en psicología, el propio Noel Biderman, fundador de ashleymadison.com, uno de los sitios web más populares para ser infiel con 31 millones de suscriptores en 49 países, señala que para saber qué mujer va a ser infiel miraría su sueldo y “si ella gana más ese es el factor clave”, dijo al diario The Sunday Times. Y en ese escenario donde las mujeres están ganando poder en el trabajo, dice Biderman, “no van a aceptar un desempeño en la cama mediocre de su marido”.
Helen Fisher, antropóloga y autora del libro Why we love, señala que no se trata de que las mujeres estén tomando el poder sexual sino retomándolo pues durante millones de años ellas tuvieron paridad de condiciones en sus núcleos familiares. “Lo que hagan con ese poder sexual que están reclamando hoy afectará su visión de la monogamia”, señala Fisher.
La monogamia no hace parte del ADN del ser humano. Los científicos han demostrado que este como otros animales del reino animal son adúlteros por naturaleza, pero esto no significa que una pareja no pueda llegar a serlo. “Ser monógamo es una decisión mental”, dice Jaramillo. Lo curioso es el antídoto para la infidelidad; según los expertos, es sencilla: la comunicación. Biderman, quien se jacta de tener una relación matrimonial libre de infidelidad, dice que si todos pudieran hablar con su pareja sin problemas sobre sus deseos sexuales él estaría sin trabajo. Pero eso no sucede.
Jaramillo dice que las parejas hablan de todo, del trabajo, de los hijos, de los problemas, menos de ellos mismos y esa conversación es clave para la intimidad, un aspecto de la vida de pareja que no solo sucede en la cama. “Las charlas se dan para criticar, corregir o dar órdenes y así se va minando el deseo de estar juntos”, acota. Por eso su remedio es propiciar el diálogo íntimo en el que ambos se escuchan, se miran a los ojos y no se critican sino que, por el contrario, se reconocen, se halagan y se valoran. Como ella lo dice “en esa intimidad profunda el sexo vendrá por añadidura”.